Día 57: Levítico 15:19-27
Leer Levítico 15:19-27
Información de contexto útil:
Primero, releer Marcos 5:25-34
En el Antiguo Testamento, la «impureza» no significaba necesariamente pecado, sino que simbolizaba un estado de impureza que impedía a una persona participar en el culto y la vida social. Las leyes del Levítico enseñaban a Israel la santidad de Dios y la fragilidad de la condición humana. Muchas de estas leyes, incluidas las relativas a las secreciones corporales, reforzaban la idea de que la vida y la muerte eran fundamentalmente opuestas. Dado que la sangre representaba la vida (Levítico 17:11), su pérdida antinatural simbolizaba el desorden y la separación de la presencia de Dios. Estas leyes apuntaban a la necesidad de purificación y restauración de la humanidad, presagiando en última instancia cómo Jesús traería la verdadera pureza y sanación.
Levítico 15:19-27 establece las leyes relativas a la impureza ritual de una mujer debido a la menstruación y al sangrado anormal. Según la ley, una mujer que experimentaba una secreción de sangre se consideraba ceremonialmente impura. Cualquiera que entrara en contacto con ella o con sus pertenencias tenía que lavarse y permanecer impuro hasta la noche. Si el sangrado de una mujer continuaba más allá de su ciclo normal, su impureza se extendía hasta que el sangrado cesaba, y tenía que completar un proceso de purificación antes de ser restaurada a la plena participación en la comunidad. Estas leyes no tenían como objetivo castigar a las mujeres (los hombres tenían leyes similares con respecto a sus secreciones, véase v1-18), sino dar al pueblo de Dios una imagen vívida de la distinción entre la santidad y la impureza en la vida cotidiana.
Este contexto es crucial para entender a la mujer de Marcos 5:25-34. Su enfermedad había durado doce años, lo que significa que vivía en un estado perpetuo de impureza, lo que habría significado que estaba aislada de todas las demás personas. Al tocar la ropa de Jesús, se arriesgaba a contaminarlo según la ley. Sin embargo, en lugar de ser contaminada, el poder de Jesús la limpió. Este momento invierte el patrón del Antiguo Testamento (donde la impureza se propaga al contacto), ahora la santidad de Jesús vence la impureza y se propaga a ella. Su curación no solo la restauró físicamente, sino que también le devolvió la capacidad de participar en el culto y la vida comunitaria.
Preguntas para la reflexión:
¿Cómo nos ayuda Levítico 15 a entender Marcos 5:19-27?
Las leyes de purificación requerían tiempo, lavado y sacrificios antes de que alguien pudiera ser declarado limpio de nuevo. ¿Cómo contrasta esto con la forma en que Jesús curó a la mujer al instante?
Jesús podría haber curado a la mujer sin llamar la atención sobre ella. ¿Por qué crees que se detuvo y preguntó: «¿Quién me ha tocado?».
¿Quiénes son las personas de hoy en día, debido a la enfermedad, la vergüenza o el estatus social, que se sienten aisladas como esta mujer? ¿Cómo puede la iglesia seguir el ejemplo de Jesús para reconciliarlas?